La última batalla de Almazor avanza en dos narraciones paralelas. Cada una de ellas discurre con distinto modo narrativo, y ambas son camino habitualmente exclusivo de la poesía, o de la epístola: la comprometida segunda persona para la narración de Al-Mansur, la delicada primera persona para el desarrollo de la lidia de un toro. Si, por un lado, es el toro mismo quien narra la tragedia en que se debate en el ruedo, para el caso de Al-Mansur, el narrador es Albar ibn Azhira, un poeta vivamente enamorado del héroe. La elección de este personaje narrador, sus cualidades humanas, silenciosas, atormentadas, es fruto de una determinación que merece la pena explicar: La narración de un mero cronista no pareció apropiada para acercar los últimos momentos del héroe y los designios que el destino sobre él ya había tejido. Una vez que la muerte se está acercando al héroe, es más viva verdad la poetizada que la contenida en una crónica.
En cualquier caso, los dos narradores, el poeta enamorado y el toro en su lidia, hablan de una tragedia única, una tragedia exclusivamente humana, o que solo al hombre le es dado atisbar, o intentar concebir: Alguien se pregunta sobre el rectilíneo o acaso circular avance hacia la muerte.
Fotografías de Genoveva Seydoux.
Juan González Soto
La última batalla de Almanzor
Col·lecció Nou Món, 28